Fortaleza, desapego y Amor
El amor de una familia, cuando ha sido cultivado es algo que me enternece. Lo veo siempre en mi trabajo como médico, cuando alguien está enfermo es especial el cariño y la ternura con la que los familiares cuidan a sus seres queridos.
Y cuando el enfermo está grave entonces es más duro para la familia, pues la solo posibilidad de perder a su ser querido a veces los afecta de una manera que nos cuesta entender. Los médicos muchas veces no nos damos cuenta que en su angustia, en su desesperación por no perder a quien aman, los familiares pueden parecernos alejados de la realidad en sus actitudes. A veces esto nos confunde cuando debiéramos enternecernos. Nuestro trabajo a veces nos endurece el corazón.
El misterio de la vida implica también el comprender que no somos eternos, y en esa incertidumbre en la que vivimos debemos aceptar siempre la posibilidad de que todo puede acabar en un instante, para nosotros, para quienes amamos. Es difícil comprenderlo, pero la incertidumbre es tan real como el hecho de que mañana saldrá el sol.
Uno debe intentar vivir sin la angustia de la incertidumbre, con la certeza de que la felicidad va mas allá de lo que las circunstancias nos pongan delante. Una enfermedad puede afectarme, puede dolerme, puede hacerme sufrir, pero mientras tenga la capacidad de decidir, entonces una enfermedad puede convertirse en una oportunidad para descubrir cosas sobre mi mismo y sobre quienes me rodean. Todo ello bien entendido es una oportunidad para enriquecer el alma. Es difícil pero no imposible, especialmente cuando hay Amor, Fe y Esperanza.
Alguien me dirá, ¿Y qué pasa cuando una enfermedad te quita la capacidad de decidir por ti mismo? Cuando te haces totalmente dependiente, incapaz de conectarte con los demás. Entonces para quienes acompañan al enfermo es más dificil comprenderlo. Aparecen más preguntas, dudas, angustias y la incertidumbre puede convertirse en un monstruo terrible que puede interferir con el cuidado del paciente.
Es cierto, es mucho mas difícil una situación asi, y en ocasiones la Fe y la Esperanza pueden flaquear. Es entonces cuando es esencial cambiar la perspectiva y encontrar fuerzas en el Amor. Ese amor debe hacernos comprender que somos los que vivimos alrededor del paciente quienes debemos de entender que mas allá de nuestros sentimientos debemos hacernos preguntas no solo sobre el enfermo a quien amamos o cuidamos, sino también sobre nosotros mismos.
Sobre nuestra fortaleza, nuestros apegos, nuestros miedos, sobre lo que nunca hemos dicho y nos hubiese gustado decir, sobre nuestras muestras de amor y gratitud hacia quien yace enfermo, sobre lo compartido y sobre lo que nunca se podrá compartir.
La fortaleza no solo debe estar para poder ayudar al enfermo, sino para que nosotros seamos fuertes ante lo que la vida nos ponga adelante, aceptando aquello que no depende de nosotros, pero siendo fuertes para cambiar lo que está en nuestras manos. Ser fuertes para lo que venga, aunque nos parezca injusto, doloroso o incierto. Ser fuertes para el futuro y para los que se queden a nuestro lado.
Desapego; nada es mio, todo es prestado. Por más grande que sea mi cariño hacia la persona amada debemos entender que no la poseemos. Nuestros hijos son “hijos de la vida” como decía Gibran en “El Profeta”. Nuestros seres amados no son nuestros, son prestados para que aprendamos a amar. Y en el camino del amor debemos entender que el verdadero Amor no posee nada, todo lo espera, todo lo soporta.
Nuestros miedos son una falta de amor. En el Amor “no hay lugar para el temor, al contrario, el amor perfecto elimina el temor” (I Juan 4,18). El sentir miedo debe ser una señal para abrir más nuestros corazones a la Fe y a la Esperanza, para aprender a Amar de verdad. Y entonces es posible entender un poco más las cosas cuando estas no son como nosotros esperamos.
Aun cuando parezca que nuestros seres queridos ya no nos escuchan, nunca dejemos pasar la oportunidad para hablarles con ternura y amor, recordando momentos especiales, pidiendo perdón por nuestras faltas, dando las gracias por los momentos compartidos y hablando de la Esperanza, entendiendo que la enfermedad es una oportunidad para aumentar nuestra capacidad de amar, y que la muerte es tan solo la puerta hacia la eternidad.
Finalmente algo que siempre debemos ver en el enfermo es el regalo que Dios nos hace al hacerse cuerpo en él. “Estuve enfermo…y me visitaste”. En cada enfermo que visitamos, que acompañamos, está escondido Jesús. Sea como familiares, sea como personal de salud, algo que debemos recordar siempre es que en cada enfermo está también Jesús. La enfermedad debe ser para los creyentes una oportunidad para poder encontrar a Jesús. Se trata de ser fuertes, desapegados y de comprender el Amor verdadero, el Amor que viene de Dios. Entonces si llega el momento del adiós, uno entiende que sólo es un "hasta luego".
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