Caminar hacia la Fuente
El capítulo XXIII de El Principito es bastante corto pero ilustra una realidad de la vida ante la cual casi todos nosotros nos rendimos sea consciente o inconscientemente. El hecho de que el personaje con quien se encuentra El Principito sea un comerciante creo que es intencional en Saint Exupery. El comercio es el que muchas veces define nuestros gustos y conductas y el comerciante con quien se encuentra El Principito parece todo un experto en marketing, pues intenta hacerle creer al Principito que tiene necesidades que satisfacer. El comercio vende la ilusión de la felicidad escondida de mil y un formas. En el caso del comerciante con quien se encuentra el Principito, el hecho de vender “píldoras perfeccionadas que quitan la sed” es para él importante porque con esto “se economiza mucho tiempo”. El Principito no cae en la trampa y pregunta qué se hace con ese tiempo. La respuesta del comerciante es “hacer lo que cada uno quiere”.
Eso es algo que le gustaría a la mayoría de personas, hacer lo que queremos. Pero es allí donde caemos en la trampa de la libertad y la voluntad. El problema está en no darnos cuenta de la diferencia entre hacer lo que debemos y hacer lo que queremos. No son necesariamente lo mismo, aunque sería maravilloso que pudiésemos todos aprender a querer lo que debemos, pues nuestro mundo sería un mejor lugar donde vivir. El comercio por tratar de vender es capaz de cualquier cosa y eso es lo que hace el comerciante, en las píldoras está escondida la fantasía de la libertad mal entendida: “hacer lo que cada uno quiere”. En nuestra sociedad se vende casi todo, incluso la fantasía de libertad y la ilusión de la felicidad. Lo que sí no se vende es la verdadera felicidad ni los verdaderos amigos.
El Principito nos recuerda al final del corto capitulo que es lo importante, pues él “caminaría suavemente hacia una fuente” de disponer del tiempo.
Es curioso como ahora en nuestros tiempos, si bien la comunicación parece estar al alcance de todos (con email, internet, chats, Messenger, etc.) a veces estamos más solos que nunca y tenemos mucho menos tiempo para nosotros, lo urgente prima sobre lo importante. A pesar de las herramientas, las veces que nos comunicamos de verdad son muy pocas. Hay muy poca oportunidad para realmente dialogar, para realmente encontrarse con otros seres humanos en lo esencial, con humildad y confianza, con el deseo de compartir las diferencias para aprender a darnos cuenta que en nuestras vidas las fuentes son necesarias. Es bueno estar conectados con el resto, pero que esa “comunicación” no nos distraiga de la verdadera comunicación, la comunicación de las existencias, y no sólo la de lo circunstancial y accesorio.
Es interesante que Saint Exupery haya usado la figura de la Fuente y del agua en este capítulo. Nuestros amigos de verdad pueden también ser una fuente para nuestra alma, de consejo, de afecto, de apoyo, de amor.
La idea del agua y la fuente me trae a la mente la escena de Jesús con la Samaritana en el pozo. La escena del agua viva. En nuestra sociedad son muy pocos quienes quieren acercarse a beber del agua viva, a aquella que nos va quitar la sed para siempre. Será que han comprado las pastillas del comerciante con quien se encontró el Principito y se olvidan que es importante el caminar hacia la fuente.
No perdamos el sentido de la esencia de las cosas, no tengamos miedo de tener sed y caminemos hacia la fuente, y hagámoslo suavemente. Recordemos lo esencial y si somos creyentes, caminemos hacia la Fuente verdadera, hacia quien es el agua viva, hacia Jesús. Entonces nunca más tendremos sed.
Si no somos creyentes entonces descubramos como una fuente especial de agua para el espíritu son nuestros verdaderos amigos y nuestros verdaderos maestros (aunque son un especie en extinción en algunos ámbitos). Aprendamos a amar lo que debemos, allí se esconde parte del misterio de la felicidad, y las fuentes son necesarias, para poder saciar nuestra sed y para poder compartirlas con los que amamos.
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