En la vida hay diferentes misterios. Cosas que no tienen una clara explicación (allí está el misterio). Cosas inexplicables a los ojos, pero que si abrimos el corazón podemos intuir que allí se esconde algo muy especial.
Este fin de semana celebramos con mis compañeros de promoción nuestros 30 años de haber salido del colegio. Y sin duda estoy seguro que para cada uno de nosotros ha sido algo muy especial. Algo nos sigue uniendo, a pesar de los años, de la distancia, de los caminos diferentes. De pronto nos sentimos como niños otra vez y nos contagiamos de ese espíritu que nos une, donde no solo están los recuerdos (y cada uno guarda muchas cosas especiales) sino también donde hay un vínculo invisible que nos da esa sensación de pertenencia y de unión.
Crecimos juntos, al principio con la inocencia de ser niños, luego pasamos de la niñez a la adolescencia y de allí cada uno partió a encontrar su destino. Cuantos sueños, cuantos planes, cuantos momentos de diversión a veces inocentes, otros con algo de malicia con el afán de sentirnos adultos. ¡Cómo queríamos crecer! ¡Cómo queríamos ser adultos y ser dueños de nuestro futuro! Los viajes han sido diversos, diferentes rumbos, diferentes cauces, pero al final todos ansiábamos llegar al mar. Sin embargo por 12 años de nuestras vidas (10 en mi caso) navegamos juntos en esa etapa en la que apenas entendemos sobre los vientos, o sobre como usar bien los remos, o sobre como tener cuidado con las corrientes turbulentas.
Al acabar el colegio muchos cauces se separaron, pero el aprender juntos sobre lo que ha sido el mundo y el prepararnos para la vida adulta sin duda nos une, nos vincula, nos hace especiales ante todos los que crecimos juntos.
Con los años aprendimos que somos y no somos dueños de nuestro destino. Allí está otro de los misterios. Al final los años nos enseñan que hay cosas que no dependen de nosotros. Una enfermedad súbita, un accidente, el tener que hacer las cosas porque otros dependen de nosotros o porque dependemos de otros. Pero nuestra libertad está en la manera como enfrentamos las situaciones, como reaccionamos ante ellas. Alguna vez conversé con alguien de nuestra clase que me comentaba que le hubiera gustado que algunas cosas sean diferentes en su vida. De pronto vimos como lo más importante, su familia y su salud eran un tesoro extraordinario, donde el amor y el ejemplo daban frutos en los hijos…pero frutos no solo de esos que se ven con los ojos, sino también de aquellos que se ven con el corazón.
Algunos ya no están con nosotros, algunos partieron muy pronto, en realidad nunca hubo despedidas. Uno muy especial partió hace pocos años, alguien que supo unirnos muchas veces, no solo como amigos, sino también con el destino y la felicidad (por él conocieron algunos a sus esposas). Sin embargo en momentos como los que hemos vivido estos últimos días siento que nos acompañó y no solo su recuerdo. Hay un poco de ellos en cada uno de nosotros, quizás más en unos que en otros por la huella de una amistad más cercana, por las cosas especiales compartidas.
Nos hemos visto las caras nuevamente, con algunos después de 30 años. Al inicio las canas, el pelo (o la calva), los kilos y los años nos muestran que hemos cambiado. Pero al cabo de unos pocos minutos se abre el misterio de la amistad y de lo compartido...y parece que nunca nos hubiésemos dejado de ver. Somos niños otra vez, bromeamos, reímos… y algunos incluso dejamos asomar algunas lágrimas recordando a los que ya partieron.
¡Qué extraña sensación!
Sin duda es una amistad especial y diferente, una que no espera nada pues le basta la presencia más allá del tiempo y la distancia, una amistad que nace del camino recorrido en una etapa importante de nuestras vidas.
Gracias a nuestro profesor y amigo Alfredo Castro por esa maravillosa clase del recuerdo donde precisamente nos recordó que siempre podemos seguir aprendiendo y donde compartimos cada uno un poco del camino recorrido.
Gracias Hans por tomarte el tiempo y trabajo de coordinar la fiesta del reencuentro.
Gracias Miguel y Carmina por recibirnos en su casa.
Gracias Fernando que nos emocionaste con un especial video donde nos recordaste el camino recorrido.
Gracias a todos los que asistieron a las diferentes actividades de los 30 años, por ese tiempo compartido en el pasado y por esos instantes de reencuentro donde nos sentimos como si el tiempo se hubiera detenido. Donde ese espíritu de niño nos hizo sentir que tenemos una amistad especial, un vínculo que une a pesar del tiempo, la distancia y la aparente ausencia. Donde por un instante nos sentimos uno.
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