Sembrando y Cosechando
Una vez más he tenido la suerte de poder admirar y emocionarme con el cariño de unos nietos por su abuela.
La hija estaba de viaje y un súbito problema de salud motivó una hospitalización inesperada en la abuela. Sus nietos mayores estuvieron a su lado y no solo con la natural preocupación que nace ante lo incierto (eso es algo que sucede con una enfermedad, especialmente en una persona mayor), sino por su cariño y dedicación diaria hacía su abuelita. Todo salió bien y antes del alta les hice a los nietos el comentario sobre mi admiración por haber estado al lado de su abuela, y a la señora le comenté lo afortunada que había sido.
Entonces todos ellos compartieron su experiencia. Puedo resumirlo todo con una palabra muy usada, pero que los seres humanos no la vivimos en toda su dimensión. Esta familia si lo ha hecho, lo que compartieron conmigo y lo que vi en los días que los acompañé como su médico me lo confirman: Amor.
Es una familia que vive el amor, en la que se comparte todo, respetando espacios, comprendiendo errores, perdonando, siempre dispuestos a estar cuando a uno se le necesita. Es más la hija estaba de viaje, y tanto los nietos como la abuela no quisieron importunar un viaje soñado con la noticia de una enfermedad que felizmente no era grave. La hija también es muy especial por la estrecha relación, cariño y dedicación que tiene con su madre.
La abuela me dijo que como su hija y su esposo trabajaban, ella y el abuelo disfrutaban de estar con sus nuestros nietos buscando que se sientan bien, que disfruten de su presencia. Sin sobre engreírlos, con cariño, con alegría, con mucho amor.
Como me dijo en otra oportunidad otra abuela: "corregirlos y disciplinarlos es tarea de sus papás, a mi me toca disfrutar de su presencia y que ellos disfruten de la mía". Si los hijos no tienen el tiempo de traer a los nietos a casa uno va hacía donde están ellos, adaptandose a su realidad.
El amor se siembra día a día. No es cosa de un instante. Nace del compartir, de tener experiencias comunes y buscar las oportunidades para que se den esos instantes, deseando despertar lo mejor de los que uno ama, de hacerlos sonreír, de acompañarlos en los momentos tristes. Si no se enseña a amar en el seno de la familia, uno corre el riesgo de llamar "amor" a cualquier cosa.
Se necesitan familias unidas, que eduquen a sus hijos y a sus nietos en lo que es el verdadero amor. Los abuelos que siembren ese amor en sus hijos y en sus nietos, cosecharan en abundancia cuando sea el momento.
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