Largo aliento
En mi trabajo como médico suelo ver con relativa frecuencia situaciones en las que una enfermedad crónica afecta no solo la vida del paciente, sino también la de los familiares.
La incertidumbre que rodea a ciertas condiciones, lo impredecible del camino a pesar de los mejores tratamientos.
No es solo la enfermedad, muchas veces es la realidad personal y la visión de la vida que tienen tanto el enfermo como quienes lo rodean lo que va a afectar la manera como uno enfrenta las situaciones.
Es en ese camino difícil donde hay algo que debe incorporarse a la vida de quien no sabe llevar esa ruta de largo aliento, sea el paciente o sus familiares.
Debe haber paz de espiritu y aceptación de la realidad. Sin ellos la angustía por lo incierto se convierte en motivo de sufrimiento espiritual.
Pongo un ejemplo, un paciente terminal que se angustia por saber cuando va a partir. Esa angustia le priva de sentir el cariño de quienes lo rodean, de sentir que por al amor que le rodea llevó un vida plena.
Otro ejemplo, un familiar que se desespera porque la enfermedad trae complicaciones que alteran sus planes personales. Su ser querido ¡Está vivo!, la enfermedad pudo ser mortal, y ahora vemos lo que es esperado para una enfermedad tan grave.
Un ejemplo más, un paciente que se angustia por el trabajo que deja de hacer ante un tratamiento prolongado. Una recuperación debe ser completa y querer saltar etapas a veces trae recaídas.
No es fácil, los caminos largos son siempre complicados, más aún si hay sufrimiento físico.
Pero cuando hay paz, el cuerpo se recupera más rápido, cuando hay paz, el dolor es más llevadero, cuando hay paz uno entiende que aun hay otras cosas que pueden hacer más llevadero el camino.
Paz y aceptación, lo cual no implica dejar de luchar, pero si aceptar que el camino es sin duda de largo aliento.
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