Aniversario
La semana pasada cumplimos con mi esposa 14 años de casados. Hicimos un breve alto en nuestro trajinado día y compartimos algunos recuerdos y reflexiones. Algo en lo cual hemos venido reflexionando últimamente es en como el matrimonio entre un hombre y una mujer debe ser un reflejo de lo que es el Amor de Cristo por su Iglesia. Cristo ama a su Iglesia por encima de todas las cosas que los hombres que forman parte de ella hagamos. Su amor va más allá de nuestra fidelidad o nuestro compromiso. Su Amor es para siempre. Y los esposos debemos entender esa dimensión del Amor. Cada uno de los cónyuges debe amar a su pareja como Cristo ama a su Iglesia; con un amor que trascienda lo circunstancial, lo accidental, lo imperfecto, y que se alimente de la Fe y la Esperanza de que Dios sabe porque nos puso a está persona en nuestras vidas: Para que aprendamos a descubrirle.
Pero ¿Y qué hay de quienes terminaron su relación? El amor es como una semilla o como una antorcha. Dios es la fuente de agua que hará que la semilla crezca o la fuente de luz que mantendrá viva la antorcha. Pero somos libres y es la pareja la que debe trabajar para que la semilla de fruto y para que la antorcha no se apague. Si en su libertad una pareja decide dejar de regar su semilla o apagar su antorcha, eso no significa que Dios se olvide de ellos. Por él contrario, él siempre les mostrará caminos para descubrir que nunca nos deja solos, que siempre está a nuestro lado. Es cuestión de usar nuestra libertad para encontrar cual es su voluntad. El resto vendrá por añadidura.
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