Atardeceres

No somos eternos

El amor a nuestros seres queridos es un tesoro. Lo veo todos los días en mis pacientes y me emociona mucho. Incluso hay situaciones donde la relación va más allá de la sangre. El amor de unos sobrinos por su tío, de una nuera por su suegra, de un ahijado por su madrina, de una alumna por su maestro. Hay personas que de una manera u otra son especiales en nuestras vidas, por el amor que nos regalaron, porque supieron compartir cosas muy especiales con nosotros. Y uno desearía tener siempre a su lado a esas personas especiales. Pero en la vida, el tiempo nunca se detiene y los años poco a poco nos van robando la energía, la fuerza, la salud. Y es entonces cuando las sombras de la muerte a veces van oscureciendo nuestra esperanza humana, la realidad nos habla de la fragilidad de las cosas, y nuestra humanidad se apega a quienes pensamos que son imprescindibles en nuestra vida: una madre, un padre, un hermano, una persona especial en nuestras vidas. Nos cuesta aceptarlo, pero la única certeza es la de la muerte. Y ante eso no hay ciencia ni medicina que pueda hacer a los seres humanos eternos. Se debe luchar siempre que se pueda, pero hay situaciones en las que la lucha más que un prolongar la vida se convierte en un prolongar la muerte. Hay que aceptar que la muerte es parte de la vida, y por lo tanto hay situaciones en las que uno debe aceptar que un ser querido tiene que partir en algún momento. A veces todo lo que se hace no es más que prolongar el sufrimiento. Estoy totalmente en contra de la Eutanasia, pero pienso que un ser humano debe morir con dignidad, sin ensañamiento o encarnizamiento terapéutico. Es cierto que a veces son los médicos los que marcan ese camino, pero otras veces son los seres queridos que no entienden que no somos eternos. La línea es a veces delgada, pero el único que debe dar el momento es Dios, y los hombres aceptar que hay intervenciones extraordinarias que no siempre son lo correcto. Lo que nunca debe faltar es el amor, un amor desapegado que entienda que hay un momento en la vida en el que debemos entender que la muerte es tan solo el umbral a la eternidad, al encuentro definitivo con Dios.