Regalos de cada díaPara un niño cada día es un regalo, no importa lo que sucedió ayer. Lo que importa es el hoy.
Los adultos muchas veces nos angustiamos tanto por el futuro que dejamos hoy de disfrutar instantes que no se repiten.
Eso si, no somos inconscientes, ni irresponsables, el mañana si importa, pero en cuanto sea el espacio para ver realizados nuestros sueños y proyectos. Esos sueños y proyectos se construyen solo en base a lo hagamos cada día.
Y allí surge una idea interesante. Descubrir el regalo que puedo hacer cada día. Pero ese regalo es posible darlo si aprendemos a recibir los regalos que la vida tiene para nosotros. Nadie da lo que no tiene. Y es tan simple como el sol de cada día, o el canto de un ave en nuestra ventana, o una palabra sincera. Hoy antes de ver un paciente su familiar me dio un regalo increíble. Fue una frase que en su simpleza esconde la grandeza de las grandes verdades: Los niños siempre quieren mejorar. Cuan cierto que es. Los niños pequeños dan la vuelta a la página rápidamente y siguen su camino, buscando su felicidad...en un juguete, en un amigo, en la sonrisa de una persona amada. Exploran, arriesgan, no se cansan, lo intentan de nuevo. Siempre quieren estar bien. Las lágrimas pasan rápido, para empezar de nuevo. Los adultos en cambio nos abandonamos más fácilmente, perdemos la esperanza, pensamos que no hay retorno.
Cada día recibimos muchas cosas buenas. Es cierto, también hay dificultades, pruebas, momentos de incertidumbre. Pero al final somos nosotros los que decidimos como reaccionar ante cada circunstancia. Mientras aprendamos a recibir los regalos que Dios nos da cada día, aprenderemos a dar lo mejor de nosotros a los demás. Abramos bien los ojos y nos daremos cuenta como incluso las dificultades y momentos difíciles, pueden ser también regalos a la luz de la Fe y la Esperanza...para descubrir quienes somos, para descubrir cuan fuertes somos, para maravillarnos ante todo lo que podemos hacer si tomamos las decisiones correctas. Como escuché alguna vez, debemos de vivir con la sinceridad e inocencia de un niño, pero con la sabiduría y fortaleza de un adulto.
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