Rugiendo como el trueno
Nos toca continuar con las reflexiones sobre "El Principito", y el capítulo XXII en lo breve que es, nos habla del encuentro entre el guardavías y el Principito. En su corto dialogo nos recuerdan con pocas palabras como vivimos la vida los adultos, con "mucha prisa".
Y el gran problema es los hombres no saben lo que buscan, "ni siquiera el conductor de la locomotora lo sabe". Ni siquiera quienes tienen el poder y guían a las multitudes lo saben. Vivimos casi siempre "rugiendo como el trueno", tanto por el ruido que hacemos, como por la velocidad con la que vivimos. Probablemente persiguiendo nuestra felicidad, pensando que se encuentra en la meta, cuando es en el camino donde construimos la felicidad. "Nunca se siente uno contento donde está" dice el guardavía.
Tantos proyectos, tantos planes, tantos sueños en los que ponemos todo nuestro esfuerzo y por ello nos olvidamos de vivir, de disfrutar lo que nos regala cada día. Carpe diem. Los sueños y los proyectos son importantes pero como una guía hacia donde deseamos ir. Parecemos no estar satisfechos nunca y siempre andamos buscando experiencias nuevas, retos nuevos, placeres nuevos, cuando al final no perseguimos "absolutamente nada" que valga la pena. La vida es como un viaje y ese tren debe llevarnos hacía nuestra felicidad, y el camino es parte de ese proceso. Amar el camino para poder llegar a la meta. A veces nos obsesionamos tanto con la meta que nos olvidamos de buscar el mejor camino y de recorrerlo con alegría y esperanza, más allá de las dificultades.
"Unicamente los niños saben lo que buscan" nos dice el Principito, recordándonos que ellos se aferran a lo que es importante para ellos (lo que los hace felices).
Hace casi dos mil años Jesús dijo lo mismo: "Dejad que los niños vengan a mí...porque de los que son como ellos es el reino de los cielos" (Mt 19,13). Seamos creyentes o no, los niños pueden enseñarnos muchas cosas, y Saint Exupery capta la esencia de lo especial que hay en el corazón de un niño, ellos saben lo que buscan, aun cuando lo encuentren en una simple muñeca de trapo.
Como dice el guardavía, "¡Qué suerte tienen!.
No vivamos de prisa "rugiendo como el trueno" sin saber qué es lo que buscamos. Aprendamos a sentirnos contentos con el viaje, con cada día de nuestras vidas. Veamos los momentos de tristezas como parte del camino, y no lloremos demasiado por lo que perdimos, recordemos lo bueno que vivimos y pensemos que el mañana traerá nuevas oportunidades para poder ser felices. Aplastemos nuestra "nariz contra los vidrios" y disfrutemos del paisaje del camino que vamos recorriendo. Después de un túnel siempre vendrá la luz, abramos bien los ojos y no perdamos ese espíritu de niños, para poder ser felices con lo que la vida nos ponga delante.
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