Un llamado para todos
"Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."
Mateo 5,12
Mañana es día de todos los Santos. Y la lectura del Evangelio de San Mateo nos recordará las Bienaventuranzas.
Por la Fe creemos en Jesús como el Hijo de Dios, Dios hecho hombre.
Por la Esperanza sabemos que sus promesas son ciertas y que al final nos encontraremos con él si somos fieles al llamado personal que hemos recibido.
Pero es el Amor de Dios el que nos ayudará a vivir las bienaventuranzas. Solo si establecemos con Él una relación cercana, de escucha, de confianza, de entrega nacida de corresponder a su Amor podremos vivir alegres y contentos aun a pesar de las dificultades. Las dificultades de la vida se pueden convertir en oportunidades: para escucharle mejor y para ver mejor nuestra realidad. Para entender quienes somos en realidad y como necesitamos de él.
No es nada fácil, todo ser humano desea alcanzar la felicidad, pero está se esconde cuando solo la buscamos con nuestros ojos, no es ni lo material, ni el poder, ni el placer lo que da la felicidad. Nos olvidamos de lo que decía San Agustín, "me hiciste Señor para ti e inquieto estará mi corazón hasta que no descanse en ti". La felicidad está en el Amor y Dios es Amor.
Hay que ver con los ojos de la Fe, con el corazón lleno de Esperanza, y con la fuerza y voluntad que nacen de un Amor sincero que se nutre de la relación cercana con nuestro Señor.
Como decía San Ignacio, hay que aprender a "encontrar a Dios en todas las cosas".
Y eso es algo que debemos recordar a propósito del Día de todos los Santos. Todos estamos llamados a ser Santos, pero no se trata de hacer grandes milagros o cosas extraordinarias. Se trata de encontrar al Señor en nuestro trabajo, en la familia, en los momentos alegres, en el descanso, en las dificultades, en todos nuestros hermanos...y amarle. Llenando nuestro trabajo de amor, viviendo el amor en nuestra familia, agradeciendo con amor los momentos alegres y nuestro descanso, comprendiendo el misterio del amor en los momentos difíciles, descubriendo a nuestro Señor en cada ser humano.
Sin duda el mundo sería diferente si pudiésemos lograrlo. Los Santos lo hicieron y no fueron muy diferentes a nosotros, salvo en una cosa: Su Fe solida, su Esperanza plena y su Amor sin límites. Comprendieron que tenían una misión concreta que cumplir y pusieron todo su ser en lograrlo, dejándose guiar por el Señor.
No es fácil, pero se empieza con un paso...y luego otro...y otro...con la fuerza para levantarse ante las caídas y de no desanimarse ante las dificultades.
El Amor todo lo puede, y los Santos aprendieron a dejarse llevar por Su mano.
El llamado es para todos desde donde nos toca a cada uno. Estemos alegres y contentos por ello, porque hemos sido invitados...está en nosotros el ir a Su encuentro.
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