Pequeñas señales, pequeñas experienciasEsta última semana tuve bastante trabajo, sin embargo siempre trato de estar abierto a aquellas cosas que la Providencia me regala, abierto a aprender cosas nuevas.
Quiero compartir tres pequeñas experiencias que podrían ser no importantes, pero que le regalaron al espíritu y al corazón esa sensación de que uno siempre puede descubrir cosas especiales. Tres regalos de esos que se pueden compartir con los demás.
Me encanta enseñar, cada vez que veo un estudiante de medicina o un joven médico intento compartir con ellos no solo el conocimiento científico sino también la parte humana de la medicina y más.
Fue en uno de esos encuentros, con una joven médico Hindú que está rotando conmigo, que durante esta última semana además de hablar de medicina hablamos sobre las cosas importantes en la vida. Me gustó y emocionó mucho el que compartiera con nosotros esa sed de sabiduría que muchos ocultan. Ojo que no hablo de conocimiento, hablo de sabiduría, y en ese dialogo llegamos a la conclusión de que lo que cada ser humano tiene (y muchas veces no es conciente de ello) es una sed de sentido, sed de trascendencia, sed de amor. Sobre esto último el problema está en nuestra definición de lo que cada uno entiende por amor. Y allí ella comentó algo que yo antes había escuchado y leído, pero que no había comprendido en su verdadera dimensión. En varias de las diferentes religiones, Musulmanes, Hindús, y otras la ayuda al prójimo usualmente se da entre la gente de la misma creencia. Incluso a veces es mal visto ayudar a alguien que no es de la misma religión. Pero en el Cristianismo, lo que ella admira es que se trasciende de la religión y se ayuda a quien lo necesita, sin importar las creencias o las diferencias. Ese es el amor que vivió la madre Teresa de Calcuta, inspirada en las enseñanzas de Jesús. Esta joven doctora ha viajado por diversas partes del mundo debido al trabajo de sus padres, y eso es lo que mencionó, que los cristianos suelen ayudar sin ninguna distinción, incluso ayudando a quienes nadie quiere ayudar.
Muchas ideas vinieron a mi mente cuando la escuchaba, resonó en mi alma la historia del Buen Samaritano. El mundo de hoy necesita de buenos Samaritanos, de gente como la madre Teresa. Mi joven colega me contó incluso que en su búsqueda estuvo leyendo algunas partes de los Evangelios. Le recomendé leer el Cántico del Amor de la carta de San Pablo a los Corintios (Cap. XIII). Me conmovió su búsqueda, su deseo de regresar y trabajar en su país pudiendo escoger otras opciones, su deseo de compartir con los demás lo que la vida le va enseñando.
Mi segunda experiencia fue el dialogo que tuve con un taxista. David, como el Rey de Israel que venció al gigante Goliat. El mundo es como un gigante que nos quiere devorar con sus criterios que todo lo relativizan, que valora lo que se ve con los ojos y se olvida de lo que realmente busca el corazón. Fueron solo 15 minutos, pero me regaló muchas lecciones. Era un poco antes de las 4 y me contaba que yo era su última carrera del día. De allí empezó nuestro dialogo. Para él su familia es tan importante que no le interesa ganar más, para él el tiempo con su familia es lo más valioso, lo que realmente vale más que el dinero, por eso trabajaba solo hasta las 4 de la tarde. Y no solo valoraba el tiempo con su esposa e hijos, sino con sus padres y hermanos, con quienes se reune también todos los fines de semana. Es provinciano y como él me decía, los Limeños no entienden lo importante que es estar unidos en familia, "trabajan todo el día". Me contaba como le gustaba conversar con sus pasajeros y como a veces estos le contaban como no tenían tiempo para estar con sus familias por lo ocupado de sus trabajos. "De que les sirve trabajar tanto si no tienen tiempo de estar con los que más los quieren...el dinero no lo es todo...todo puede acabar en un instante y de que sirve si uno no supo estar con quienes más nos necesitan".
Le agradecí a David sus palabras y por supuesto que le dí más de lo acordado por el viaje. En realidad no tuvo precio lo que me regaló y recordó. Como el rey David, él está venciendo a Goliat, lo sentí en la emoción que transmitía al compartir lo que es importante para él.
La tercera experiencia fue de solo unos segundos. Salí ayer sábado de mi casa y en un pequeño jardín vi compartiendo el alimento a diferentes aves. ¡Cómo no tuve una cámara para tomar una foto! Eran unos mirlos negros, jilgueros amarillos, una paloma y unos gorriones. Era un área de menos de 50 centímetros cuadrados y allí estaban todos alimentandose, compartiendo, a pesar de ser tan diferentes. ¿Cómo no podemos aprender los seres humanos de lo que la naturaleza nos enseña?
En perspectiva las experiencias compartidas siendo tan diferentes tienen algo en común.
En la diversidad de lo acontecido me han enseñado y recordado cosas que no debo nunca olvidar: En las diferencias está muchas veces la riqueza, pero la esencia es una: el amor... a la Sabiduría, a la familia y a aprender a compartir a pesar de las diferencias.
Pequeñas señales, pequeñas experiencias que comparto hoy con ustedes. No importa que tan diferentes seamos, se trata de compartir siempre los regalos que recibimos. Los verdaderos regalos siempre son para compartir.
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