Cuando el misterio es demasiado grande...
Hace unas semanas estuve en la ciudad del Cusco para realizar unas prácticas académicas con un grupo de médicos extranjeros.
Todos los años, la primera semana de marzo o la última de febrero, realizo dicho viaje. Son ya más de 10 años que lo vengo haciendo pero está vez fue diferente, fue especial.
Algunos de los pacientes visitábamos procedían de un hospital asociado a una congregación religiosa. En oportunidades anteriores todos los pacientes eran vistos en un local diferente acondicionado para la visita, pero esta vez, por esas "casualidades" (la Providencia diría yo), se dio la oportunidad de verlos en su propio hospital.
No es un hospital cualquiera, funciona en una casona antigua reacondicionada, a media cuadra de donde vivieron mis abuelos y de donde guardo recuerdos de muy especiales de mi infancia y adolescencia.
Pero no era la cercanía a la casa de mis abuelos lo que me llamó la atención, sino esa sensación de que era un lugar realmente especial. Entrando vi una imagen de la Virgen que no se por qué extraña razón me emocionó. Sentí que el niño de la pintura me miraba, me invitaba. Se trataba de la "Casa Hogar del Campesino Hna. Josefina Serrano". Lo que años atrás había empezado como una simple posta sanitaria y un mini-hospital para diez camas ahora es un centro médico con capacidad para 60 internados. Allí pude conocer a la hermana Elaine, a la hermana Amparo, y a otras religiosas que hacían de su trabajo como médicos, enfermeras y religiosas algo extraordinario. Se sentía una atmósfera donde había compasión, amor y paz.
Lo más extraordinario de toda la experiencia es que no solo lo sentí yo. Durante los dos días siguientes que pude visitar a los pacientes con mis alumnos extranjeros, ellos también lo sintieron. Más de uno me lo dijo, que no era un hospital cualquiera, era un lugar donde se sentía algo más, algo sobrenatural que dejaba en todos una sensación de paz, esperanza y un gozo de ver que esos pacientes recibían mucho más que medicinas. Esos pacientes que son los más pobres de los pobres, quienes no pueden ser atendidos en los hospitales por no tener ningún recurso, pacientes que a veces son abandonados por que parecen no tener más esperanzas, encuentran en la "Casa Hogar" algo que ya quisieran tener todos los demás enfermos.
Y es que en este lugar hay Fe que se irradia, hay Esperanza que ilumina y un Amor que estremece y se contagia. A mis alumnos les hice un comentario al respecto, como "el amor es también medicina". Me dieron la razón.
La última noche que estuve en el Cusco, uno de los médicos alumnos del curso se me acercó y me dijo que si bien él era agnóstico, lo que sintió cuando estuvo en la "Casa Hogar" lo cuestionó. Eso que sintió era "sobrenatural". Le di la razón y le dije que lo que habiamos sentido todos en ese lugar era el reflejo del Amor de Dios que esas religiosas irradiaban.
-¿Por qué no crees?- le pregunté.
-A lo mejor es miedo a lo desconocido.- contestó.
Conversamos bastante. Compartí mi visión de la vida y lo que había sido para mi encontrar un lugar como el que habíamos visitado.
El descubrió que tiene miedo a comprometerse y que el ser agnóstico es una postura comoda que algún día pueda cambiar. "Quisiera creer..." me dijo en un momento.
Yo recordé aquella frase de "El Principito": "cuando el misterio es demasiado grande, es imposible desobedecer".
No me han pedido que dibuje un cordero (la pregunta de el Principito que antecede a la frase comentada), pero siento que me han pedido que vuelva...y que hay mucho por hacer.
Gracias hermanas de la "Casa Hogar del Campesino Hna. Josefina Serrano" por todo lo que compartieron conmigo y con mis alumnos, y gracias a los pacientes que compartieron con nosotros sus vivencias.
1 comentario:
Creo que la "enfermedad incurable" es la soledad, la falta de amor y sobre todo de misericordia, llevar la miseria ajena en el propio corazón.Más de las veces los pacientes, más que médicos necesitan seres humanos capaces de mirar más allá del aspecto "científico". Es verdad que se ha avanzado mucho en la medicina pero hemos retrocedido tanto o más en calidad humana. Me alegra saber que en algún lugar del mundo hay pacientes tratados como personas y no como números de cama o habitación.
Mis felicitaciones a las religiosas de este hospital y a los médicos que ponen lo mejor de sí para apoyar a estas personas.
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