Vocación, amistad y sacerdocioPatch Adams, el conocido médico de bola roja escribió alguna vez que "en el tiempo compartido esta el ingrediente clave de la amistad… La amistad es excelente medicina".
Los pacientes nos buscan para solucionar un problema, una dolencia. Pero la verdad es que las soluciones no siempre están a la mano y es entonces cuando queda el alivio (cuando se puede) y cuando siempre es necesario dar consuelo. Lo último es algo que muchas veces se olvida en la practica médica.
Nuestra vocación no debe ser una vocación fría, matemática, siempre con las respuestas correctas. Nuestra vocación nos debe acercar al ser humano, ayudados y apoyados por la ciencia, pero concientes de la gran incertidumbre que rodea a nuestra disciplina y llenos de compasión y entrega. No aceptar la incertidumbre es el error más común de los médicos y los estudiantes de medicina, y no ser compasivos ni empáticos una traición a la vocación de servicio que hemos elegido. Muchas veces nos enfocamos en el síntoma o la enfermedad y no nos damos cuenta que ese ser humano que se nos acerca busca también ser escuchado.
Hace poco un médico compartió conmigo una historia que me hizo pensar y la verdad me emocionó. Lo visito una paciente a quien ve desde hace varios años. Han compartido momentos difíciles relacionados a la salud de ella y miembros de su familia. Su paciente llegó a su oficina y el tan solo se dedicó a escuchar con el corazón. Se cruzaron miradas, sonrisas, palabras empáticas y un abrazo de despedida. La receta prescrita fue lo menos importante, pues al final las palabras de la paciente lo dijeron todo: "Gracias doctor por no solo ser mi médico, sino también un amigo y mi sacerdote."
Nuestra vocación como médicos va más allá de nuestra ciencia, de nuestra dedicación. Es un don en el cual el servicio debe estar guiado por el amor. La vocación del médico debe ser un servicio de amor donde este guíe a la ciencia y la inteligencia.
Los médicos de la antiguedad eran también sacerdotes, porque pensaban que la enfermedad estaba vinculada a lo divino. No olvidemos nuestras raíces y que nuestro trabajo sea casi un sacerdocio, un don sagrado en el cual podamos llegar al alma de nuestros pacientes para que se abran a la gracia de Dios. Es a Jesús a quien visitamos todos los días en cada uno de nuestros pacientes. Y es así porque él nos llamó primero. El que quiere por sobre todas las cosas ser nuestro amigo.
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