La buena Tierra
Acabo de empezar a leer la biografía de un Santo que siempre despertó en mi un sentimiento especial. Este año a partir del 19 de junio la Iglesia Católica inicia el año Sacerdotal, conmemorando los 150 años de la muerte del Santo Cura de Ars: San Juan Maria Vianney. Es de él de quien he empezado a leer y algo que me tocó mucho al iniciar la lectura del libro es recordar como los santos no se hacen solos. Necesitan de buena tierra y de buen cuidado. Todos somos una semilla que Dios planta en esta Tierra, y la Providencia verá que que cada semilla pueda florecer si es que si es que orienta sus hojas al sol, si es que se deja regar, si es que se deja podar y más fácil aun si es que la tierra donde la plantaron es buena.
Una buena familia es la mejor tierra para que la semilla empiece a crecer. En especial una familia donde haya generosidad, hospitalidad, madura austeridad que no despilfarre las cosas innecesariamente, donde haya oración y se cultive la comprensión, el amor y el perdón. No es una tarea fácil, no se trata de ser una familia perfecta, pero si una familia en la que cuando haya errores se rectifiquen, cuando haya caidas se levante, y cuando haya que perdonar se mire hacia adelante fortalecidos por el Amor. Cuan importante es una buena familia en estos tiempos en que se necesitan hombres Santos que nos recuerden que hay un camino, que hay una Verdad, y que alli está la Vida.
Que nuestras famlias, iluminadas por la Fe, alegres por la Esperanza y sin miedo y fortalecidas por el Amor de Dios se conviertan en esa buena tierra para que nuestros hijos den flores y frutos, concientes de su libertad, descubriendo modelos que enderecen, abonen y rieguen su semilla. Tanto Roxana como yo sembraremos en los corazones de nuestros hijos para que vivan con verdadero amor la vocación a la cual hayan sido llamados (y eso lo deben descubrir ellos). Dios lo sabe, tan solo queremos ser buena tierra...los frutos son para él, pues él es quien nos regaló las semillas. El es el sembrador y espera que todos demos frutos. Está en cada uno hacerlo, a nivel personal, como familia, como Iglesia. Al final todos somos una gran familia.
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