Esperanza
En este momento tengo a pacientes y a amigos, que pasan por momentos difíciles.
Enfermedades que despiertan de su letargo y que cambian planes y proyectos.
La angustia de volver a pasar por un camino tortuoso y complicado, la incertidumbre de no saber hasta donde llegaremos.
En uno de los casos sé que hay Esperanza, esa esperanza que ya hizo un milagro la primera vez y que debe de alimentarse con oraciones ahora más que nunca, para volver a hacer otro milagro.
En otro de los casos los años han dormido a la esperanza, pues hay un miedo a la muerte que lo único que va a lograr es llamarla más de cerca. La angustia y la desesperanza son enemigas de que el cuerpo luche, aun cuando uno tenga la mejor ciencia a su lado.
Como escribí hace ya algún tiempo, hay que alimentar la Esperanza con la Fe, pero recordando que hay dos dimensiones en ella. La esperanza de que los milagros son a veces posibles (una dimensión terrena de la esperanza), y la esperanza de que la muerte es tan solo una puerta, una puerta a la eternidad, una puerta para el momento más importante de nuestras vidas (cuando hay Fe), el momento en que el Creador nos mire a los ojos y sintamos su infinito Amor. Esa es la dimensión trascendente de la Esperanza, la que comprende que la vida es el camino para poner al servicio de los demás los dones que Dios nos ha dado, y que la enfermedad es una oportunidad para recordarlo.
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