Una avería en el desiertoEn la vida a veces hay circunstancias en las que, como el aviador de "El Principito", sufrimos averías que terminan por dejarnos abandonados en el desierto. Es necesario que hayan averías "en el motor" para poder hacer un alto. No es fácil hacer ese tipo de reparaciones, pero es cuestión a veces de vida o muerte. La vida de muchos grandes hombres ha sido precedida de situaciones así. Las palabras de Saint Exupery en un libro para niños son válidas para la vida de todo ser humano que quiere "poder hablar verdaderamente". Yo diría poder vivir verdaderamente. El encuentro con el Principito solo puede darse porque el motor del avión se averió, y no se averió en cualquier sitio, sino que tuvo que ocurrir en un desierto. Curioso que uno tenga que pasar por un desierto para poder hablar con alguien. Y es que en la vida a veces son necesarias las crisis, las averías de motor, para detenernos (y ojo que uno debe detenerse en el lugar correcto, lo del desierto fue providencial) y realizar esas reparaciones que nos permiten descubrir esa voz interior que nos cuestiona, que nos sorprende, que se ríe de nosotros, y que nos puede abrir puertas que conduzcan a lugares inimaginables.
La enfermedad suele ser una avería del motor. Y una avería que nos puede dejar plantados en el desierto y que sin duda es cuestión de "vida o muerte". Pero es en ese desierto de la incertidumbre ante lo que no depende de nosotros, que si abrimos nuestro corazón vamos a descubrir al Principito. Esa voz interior que nos hace preguntas, esa voz interior que busca amigos, esa voz interior que no se cansa, que no tiene miedo. No tengamos miedo a las averías, y si son en el desierto mejor.
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