En manos de Dios
EL otro día escuchaba a alguien que tiene a un familiar muy enfermo decir con tristeza como le partía el alma ver a su familiar pasando por su enfermedad. Lo que más me llamó la atención fue la frase final que dijo: "es una lástima que todo esté en manos de Dios". Yo estaba apurado, subiendo al ascensor que se cerraba y me quedé pensando en sus palabras. ¿Cómo somos de ciegos a veces los seres humanos para no darnos cuenta de la verdad de las cosas? Pensamos que lo que vemos y lo que sentimos es lo que único que importa. Nos olvidamos que Dios es un Padre amoroso que ve cosas más allá de lo que nosotros vemos y que él siempre desea lo mejor para nosotros. ¡Que suerte que hay cosas que están en manos de Dios! Lo que no está en sus manos es nuestra libertad, y por ello hacemos lo que se nos antoja, lo cual no siempre es lo mejor. Sin embargo Dios sabe, y es a través de su providencia que intenta educarnos, enseñarnos. Toda enfermedad es una oportunidad para descubrirle...si usamos bien nuestra libertad. De otro lado, no somos eternos, no vivimos para siempre, y llegar a los 90 años (como tiene el paciente) ya es de por si un regalo de Dios. Alguien me podría decir ¿pero y los que no se dan cuenta de las cosas, los que sufren? Las manos de Dios son lo más tierno que hay, pero somos nosotros en nuestra libertad los que no entendemos y nos olvidamos que en sus manos están también las huellas de los clavos cuando se hizo hombre. Esas heridas que no queremos muchas veces recordar. Aprendamos a sentir las manos de Dios y dejarnos llevar en ellas. Entendemos que, como decía la madre Teresa de Calcuta, «Dios no castiga, el sufrimiento no es un castigo, es una señal para que al acercarnos más a la Cruz de Jesús Él pueda besarnos... y mostrarnos lo mucho que nos ama».
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