La partida de un HijoUn amigo especial ha perdido a su hijo, y comparto algunas reflexiones sobre ello.
La partida de todo ser querido hacia la Casa del Padre es siempre un momento de sentimientos mixtos para la familia. Por un lado nuestra humanidad, consciente de ese espacio que llamamos tiempo, toma conciencia de la partida, de la distancia, del silencio, de la ausencia. De otro lado cuando hay Fe, nuestra Esperanza y el Amor que sepamos vivir deben recordarnos que esta vida es un instante...un suspiro en la inmensidad del infinito, una gota en el océano de la eternidad. Pero un suspiro en el cual es el Amor de Dios el que debe iluminarnos para descubrir que la vida es una oportunidad para aprender a ser instrumentos de su Amor. Y en esa oportunidad de descubrir el Amor de Dios los padres son copartícipes del acto creador de Dios y eso es siempre un motivo de alegría en el cielo. Pero la providencia permite a veces que un hijo parta antes que los padres. Situación difícil y dolorosa, pero que a los ojos de la fe debe enseñarnos mucho. Lo que vive una familia que ha perdido un hijo no es fácil. Pero estoy seguro que Dios siempre da las fuerzas para pasar por una prueba así. Se trata de ver más allá de las circunstancias dolorosas y descubrir que Dios da muchas señales de que él está siempre cerca. Jesús recibe al hijo que ha partido con un abrazo indescriptible, con ese Amor infinito que guarda para todos los que queremos aprender a amar. La muerte un hijo crea un tiempo para que los que quedan mantengan vivo su espíritu en sus actos y en compartir con los demás todas aquellas cosas buenas que uno descubrió en la familia gracias a los momentos que se compartieron con quien partió. Todo lo que una familia vive en esos momentos, si hay fe y esperanza, por más duro que parezca, enseña a ser fuerte y a comprender un poco más lo que es el amor de Dios. No hay dolor humano más grande que el de perder un hijo. Dios lo entiende, porque él también entregó a su hijo. Pero es gracias a la cruz de Cristo que nace la esperanza de la Resurrección, la Esperanza de entender que la muerte es el momento del encuentro con Dios, quien con ternura infinita y con su amor misericordioso nos recibirá en su casa, donde todos somos llamados e invitados. Algún día todos llegaremos allí y entonces entenderemos lo que ahora puede parecernos incomprensible.
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