Atardeceres

Esperanza y Libertad

Hay una gran diferencia entre simplemente abandonarse a la desesperanza o darse por vencido y el ponerse en las manos de Dios. Alguien podría decirme "¿pero ponerse en las manos de Dios no es también abandonarse?". La diferencia está en dos elementos, en la esperanza y en la libertad. En el primer caso la desesperanza es tal que pierdo mi libertad y no me importa lo que pase después. En el segundo caso, nunca se pierde la esperanza (y ya hablamos anteriormente de las dos esperanzas, la que cree en milagros y la que cree en las promesas de Dios) y uno libremente se "abandona" pero con la voluntad firme para aceptar lo que venga, no como quien se resigna, sino como quien nunca deja de luchar. ¿Y por qué luchar? por encontrar el sentido que el sufrimiento, el dolor y la incertidumbre pueden tener desde una perspectiva cristiana. Ponerse en las manos de Dios para sentir sus heridas y amarle más. Ponerse en las manos de Dios para sentir su amor y sentir paz en los momentos difíciles. Ponerse en las manos de Dios para descubrir como él nos quiere llevar a su lado. Sin esperanza no hay libertad, y en los momentos difíciles la esperanza debe iluminar nuestras decisiones para confiar. En esos momentos no nos demos por vencidos, no pensemos que todo está perdido, abramos las puertas a la esperanza y aprendamos a distinguir la diferencia entre el estar abandonado y el abandonarse en los brazos de Dios. Libremente confiemos más en él, tengamos esperanza en sus promesas. A veces difícil de comprenderlo, está en nosotros el dejarnos llevar en sus brazos.