NUNCA DEJAR DE MARAVILLARSE
Una de las cosas que admiro en los niños pequeños es su capacidad de asombro, de maravillarse, incluso de las cosas más sencillas. A los adultos nos cuesta maravillarnos, con los años nos endurecemos, nos hacemos prácticos, dejamos de creer en muchas cosas. ¿Si pudiésemos descubrir lo que el Señor nos quiere mostrar a cada instante?
Y lo increíble es que Él nos habla en las cosas más simples, puede ser en una brisa de viento, en una flor, en la sonrisa de un amigo.
Quien desea vivir una dimensión espiritual en su vida tiene que recordar las palabras de Jesús, ser como niños en su sinceridad, en su confianza plena y su amor al Padre.
Los niños nunca se alejan del hogar, somos los adultos los que partimos buscando nuestro propio camino. Olvidamos que es el Señor quien desea lo mejor para nosotros y que debemos escucharle. Él es el camino, él es el hogar, el es el padre que espera abrazarnos. El siempre está con los brazos abiertos. Sintamos esos brazos y maravillémonos ante lo que quiere compartir con nosotros.
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